Reflexiones pedagógicas en tiempos de pandemia

Por Carlos Ruiz, Pro-secretario de Educación y Estadística UTE-Ctera

La situación de excepcionalidad provocada por el Aislamiento Social Preventivo Obligatorio nos lleva a reflexionar sobre algunas cuestiones en torno a la continuidad de las actividades educativas en el marco de la pandemia. En este texto nos proponemos revisar algunas de las acciones y su sentido teniendo en cuenta que el acercamiento de la escuela a los hogares mediatizado por algún tipo de plataforma virtual o mediante
distintos medios de comunicación (whatsapp, correo electrónico, encuentros a través de zoom, o la combinación de todos ellos), no sustituye lo escolar presencial, la clase, la escuela.

1. La escuela produce en su realidad un formato de filiación social y cultural que no se puede espejar en lo virtual. Por eso, a pesar de contar con medios tecnológicos que nos comunican con los y las estudiantes, la virtualidad no debe ser abordada simplemente en términos la educación a distancia. Más bien debemos ubicarnos en un esquema de trabajo semipresencial, donde las circunstancias del contexto de pandemia nos obligan a mantener contacto a través de otros soportes, pero no agota el acto pedagógico. Es necesario explicitar que esta tarea se completa en la vuelta al aula y a la escuela, cuando se terminen las circunstancias excepcionales.
Este cambio de óptica, nos obliga a pensar lo que estamos haciendo ahora como un proceso que no cierra su círculo en lo virtual. En todo caso, se trata de una estación obligada por las circunstancias y va a demandar de nosotros otra instancia de reposición en el salón de clases. Esta actual desescolarización obligada de la sociedad no hace más que poner de relieve el papel central de la escuela, la necesidad que tienen niños, niñas, adolescentes y adultos de formarse con otros, terceros, las y los docentes, las compañeras y los compañeros, los directivos, la señora del kiosco, los que atienden en la fotocopiadora, la librería, la biblioteca, en fin, un conjunto de interacciones a las que están acostumbrados y acostumbradas. Como afirma Rafael Gagliano: “La matriz de toda religación fundada de conocimientos se temporaliza en los procesos de intersubjetivación. Conocer es siempre conocer con-otros, entre los mundos que se despliegan fuera, entre y dentro de nosotros”*. Esta matriz escolar no puede ser transferida al hogar, porque el conjunto de tecnologías que hacen a la escuela no existe en una casa, no hay un maestro o una maestra, ni un tiempo regulado, ni recursos pedagógicos, ni condiciones como silencios y tiempos de concentración, entre otras dimensiones del espacio escolar compartido.

2. La excepcionalidad de la tarea no sólo implica familiarizarse con tecnologías de comunicación para continuar algunos aspectos de la educación. A esto se suman las múltiples presiones, también alteradas por lo anómalo, a las que estamos sometidos directivos y docentes. Estas provienen de distintos lugares: de las autoridades que piden continuidad, de las familias que demandan que la escuela siga “igual pero virtual”, de otras familias que demandan de nuestra atención para poder llevar comida a sus hogares, de quienes no tienen conectividad, de quienes que están perdiendo sus trabajos o sus ingresos y de muchos lugares más. No obstante, frente a ello, no vale decir: “no estábamos preparados”. Al igual que los hospitales y el sistema sanitario, el educativo no estaba preparado para una pandemia. Es necesario pensar el hospital de otra manera y al sistema de Salud en general. ¿Qué pasaría si los médicos salieran a la puerta del sanatorio a decir: “a nosotros no nos prepararon para una pandemia”?
Claro que nos ayudaría que las decisiones político educativas en términos de calendario sean ya claras, o dispongan de un tiempo estimado de la vuelta a clases, por ejemplo, julio o agosto, y a partir de allí, se reorganizaría el tiempo del ciclo lectivo. Porque es cierto que es difícil organizarse sin claridad temporal. El contexto de emergencia nos permite hacer evidente cuán equivocado estaba el ministro que expresaba como deseo la ventaja de “vivir en la incertidumbre”.

3. Al mismo tiempo, es necesario revisar lo que estamos haciendo, revisar la densidad del material que estamos abordando, moderar la lluvia de PDF que llegan para ser leídos, los arrebatos de ejercicios matemáticos a resolver, el despliegue interminable de autores nuevos, entre otras acciones que forman parte del aprendizaje conjunto que atravesamos.
Tengamos en cuenta que las actividades que planteamos deben ser pensadas para que se trabajen de manera autónoma, y como todos nosotros/as sabemos, la autonomía se construye gradualmente, con lo cual, es necesario una mayor especificación de las tareas cuanto menor es la edad. Y aún dentro del mismo curso
hay estudiantes más autónomos que otros. Esa heterogeneidad solo se puede abordar de manera presencial.
Nos hace falta un paréntesis para pensar algunas cuestiones: qué temas son posibles de abordar a la distancia, con qué recursos hacerlo, cuánto tiempo se necesita para abordarlos en casa, es un tiempo uniforme o no, qué ayudas disponibles hay en esos hogares. Y, sobre todo, qué ideas queremos consolidar para que a la vuelta sean retrabajadas. En el caso de las actividades, nos puede servir explicitar para nosotros mismos cuál es el criterio de la selección. Es fundamental considerar que el sentido de lo que hacemos está en no perder el contacto comunicativo con los y las estudiantes en relación a la vuelta a la escuela, qué conocimientos, vivencias, emociones, inquietudes vamos a esperar que traigan para compartir, con nosotros y con los otros y las otras compañeras y compañeros de clase.
Salirnos de la idea del presente, que nos resulta agobiante, para conectarnos con el futuro próximo que nos devuelve a la conexión con la vida escolar es lo único que puede garantizar algún avance en lo que estamos proponiendo. Se trata más de preparar las redes, que de salir a pescar conceptos en soledad.
No nos exijamos una propuesta que busque llenar un tiempo que ahora es interminable ya que no hay timbres que nos corten. Intentemos algo de profundidad en temas que pueden ser abordados sin nuestro andamiaje escolar cotidiano y que puedan obtener apoyos reales (posibles) en quienes acompañan a los chicos y las
chicas en sus casas.

El esfuerzo que estamos haciendo es muy valioso, no da igual provocar una desconexión total de la escuela que ensayar estas diversas estrategias para hacernos presentes como docentes y como escuela.
Resituar nuestra tarea resulta fundamental en lo pedagógico, en lo cultural y en el marco de las necesidades sociales que demandan nuestros estudiantes.


*Gagliano, Rafael, “Perlas sin collares”, en Filosofía política del currículum, recuperado en
http://servicios.abc.gov.ar/lainstitucion/revistacomponents/revista/archivos/anales/numero04/