Las tensiones pandémicas y los atajos reduccionistas centrados en los protocolos

El inicio de clases 2020 nos encontró a la salida de la experiencia neoliberal del Macrismo. Juntos por el Cambio produjo en el Ministerio de Educación nacional  erosiones que afectaron las posibilidades de contar con recursos para mitigar las desigualdades.

La destrucción del Plan Conectar Igualdad dejó sin computadoras a las y los estudiantes de nivel secundario y el desmantelamiento de los programas socioeducativos privó de instancias de seguimiento de la trayectorias y revinculación pedagógica a los más vulnerables.

La reducción de las becas quitó recursos para hacer frente a las dificultades económicas y la eliminación de las áreas curriculares nos privó de un itinerario viable y un recorrido posible en estas condiciones. Quienes gestionaron la construcción de los Núcleos de Aprendizaje Prioritario fueron despedidos o jubilados impulsivamente por el ministro Esteban Bullrich y las sucesivas reducciones de personal y de recursos económicos dejaron un Ministerio repleto de deudas con las provincias y con escasa capacidad de respuestas.

El ministro Nicolás Trotta inició su gestión en un contexto difícil, enredado en un debate interminable sobre la nueva estructura que, sorprendentemente, no contemplaba la recuperación de las áreas desmanteladas por el neoliberalismo. Incorporó un conjunto de profesionales de diversas universidades pero como él, con escasa o nula gestión estatal. Quien sí poseía ese saber era la Subsecretaria de Educación, la Dra. Adriana Puiggros que, ante desavenencias respecto del manejo de los recursos decidió alejarse.

Sin este contrapeso de saber pedagógico, el Ministerio se cerró en el debate de protocolos y terminó deslindando la responsabilidad por las aperturas y, al no poder sostener argumentos, cedió ante la presión del Gobierno de Horacio Rodríguez Larreta en el distrito de mayor circulación del virus que pasó a ser una zona liberada.

En menos de 24 horas la Ciudad orquestó jugada política de simulación de vuelta a clases. Acompañada y aceitada por la pauta mediática, la Ministra Soledad Acuña lanzó la operación y al amparo de los grandes titulares sostiene la idea de revinculación.

Con el visto bueno de Trotta comenzó el desacople educativo de la Ciudad, la flexibilización de los cuidados y la consecuente flexibilización laboral en las escuelas. En menos de 24 horas se volvieron esenciales todas y todos los docentes que trabajan en la ciudad de Buenos Aires. Estén donde estén, se abre la circulación dentro del AMBA de estudiantes, familiares, docentes y auxiliares. Rompen la burbuja social, las personas que se encuentren dentro del lugar abierto y ventilado pueden venir de jurisdicciones o de barrios con distinta cantidad de casos y circulación del virus

La medida se implementará con 10 niños o jóvenes en espacios abiertos, con tapaboca, alcohol en gel y distanciamiento: lo mínimo de lo mínimo para el cuidado.

Una simulación desprovista de toda amorosidad. El formato que adquiere la revinculación se asimila a lo que Ignacio Lewkowicz denominaba escuela galpón: un conjunto de 10 cuerpos distribuidos de una manera artificial en base a protocolos. Ya no con la disposición lógica para el aprendizaje sino para construir un escenario de espectáculo mediático y político.

Se simula todo, hasta la presencia que, en esos espacios, es una producción de imágenes y videos para la difusión virtual, la viralización y la manipulación. Carece de interacción, de cercanías, de contenido educativo, de actividades y tareas escolares, con escasa precisión de a qué se va al espacio escolar. La ficción lo toma todo. La presencia se virtualizó para ser aprovechada por la política. Los adultos responsables, no cuidan la imagen de los jóvenes, la amplifican y exponen. Seguramente se pidió autorización para tomar imágenes, pero las usaron sin ningún resguardo de la intimidad de las y los estudiantes.

Esos diez chicos forman parte de un grupo mayor que, convertidos en burbujas, se los aísla del resto, aun cuando hay posibilidades tecnológicas para vincularlos con sus compañeras y compañeros de curso. Pero quienes las integran no tienen los medios, ni Internet ni computadora, y por eso están obligados a vivir en la burbuja de la exclusión que fue creada para ellos y trasmitida por todos los canales de televisión en vivo y posteada en las redes sociales, como si fueran clases presenciales.

Cerraron la escuela y abrieron el “galpón de la revinculación”, pero sin escuela,  sin docentes, sin preceptores, sin contenido a enseñar. No hubo clase, en la escuela galpón hubo espectáculo y especulación. Las clases virtuales continúan a cargo de las y los docentes y profesores para todos y todas, incluso para ellos (los diez de la burbuja), si les dieran la posibilidad material de conectarse.