Respuesta de UTE al artículo de opinión titulado: “La educación argentina, entre Sarmiento y Baradel»

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Falsas dicotomías, falsas promesas

Por Eduardo López y Mariano Denegris

El título prometía otra cosa. “La Educación Argentina, entre Sarmiento y Baradel”, así bautizó su artículo en La Nación un profesor/publicista de apellido Hatum. Promete en sus primeros párrafos desarrollar una dicotomía entre dos modelos educativos. Promete. Pero no cumple. La única dicotomía a la vista es la que contrasta la jactancia de su titular con la modestia de sus razonamientos. Tan austeros estos últimos que hasta es difícil desacordar por completo.

Con lo que no se puede estar de acuerdo ni un par de segundos es con la presunta dicotomía de modelos. A riesgo de agregarle algún espesor al sobrio pensamiento del profesor Hatum los podríamos describir como un modelo al que le importa la educación, el de Sarmiento, frente a otro modelo que sólo piensa en paritarias y aumentos salariales, el de Baradel, claro.

Esta afirmación no sólo sirve para demonizar a los trabajadores de la educación cuando se organizan para demandar sus derechos laborales. También reduce todos los reclamos educativos a la cuestión salarial. Los multiplicadores mediáticos de este “mito educativo argentino” renunciaron a debatir si el salario docente es una variable importante en la política educativa o si los niveles de su remuneración son acordes a la tarea que desempeñan. Prefieren aceptar rápidamente que sí, que los sueldos son bajos y deberían aumentarse. Sin embargo, piden que prime la “vocación” y, de fondo, lo que cuestionan es que estos “apóstoles laicos” o  “segundas madres” hayamos decidido organizarnos sindicalmente.

Mariano Grondona llevó lejos y con mejor pluma este precepto. En el año 2011, escribió: “Llama la atención que los propios docentes hayan sido los primeros en rebajarse a sí mismos al renunciar a su título egregio de «maestros» para autodenominarse modestamente «trabajadores de la educación», como si la dependencia laboral fuera su única condición. Pero ¿no hay acaso entre nosotros miles de docentes que querrían volver a ser considerados maestros y se sienten asfixiados por sus ligaduras sindicales?”.

La supuesta dicotomía es una falsedad histórica y presente. Oculta deliberadamente que, lejos de obturar las preocupaciones pedagógicas, la sindicalización de los docentes las profundizó. Asumirnos como trabajadores no implica en absoluto dejar de sentirnos “maestros y maestras”. Al contrario, supone construir esa identidad desde una decisión consciente y no desde una imposible asepsia. Precisamente, el congreso fundacional de la CTERA en Huerta Grande en 1973, donde por primera vez se usa el término “trabajadores” para designar a una federación nacional de docentes establece primero el proyecto educativo en el marco del proyecto de país y después los reclamos vinculados a derechos sectoriales. Expresamente sus primeros artículos dicen:

1º La educación es un derecho de todo el pueblo y, por lo tanto, constituye un deber y una función imprescriptible, indelegable e inalienable del Estado, que responderá a las necesidades individuales y sociales del hombre argentino.

2º La educación debe ser común, única, gratuita, obligatoria, no dogmática, científica, coeducativa y asistencial y contar con los recursos necesarios, suficientes y permanentes para lograr en los distintos niveles una real igualdad de oportunidades para todos, la que sólo puede tener plena vigencia eliminándose las trabas sociales, económicas y culturales que la impiden.

3º La formación del docente y el otorgamiento de sus títulos, para todos los niveles y modalidades, es función exclusiva e inalienable del Estado.

4º El docente debe participar efectivamente  en el gobierno, planeamiento y política de la educación a través de su organización gremial.

5º Es obligación de la organización gremial docente defender los derechos profesionales, laborales, salariales, previsionales, asistenciales y culturales de toda la docencia en actividad, pasividad o aspirantes a cargo, sin distinción de ramas, niveles ni jurisdicciones.

Las principales demandas actuales de la CTERA y el SUTEBA, federación y sindicato respectivamente, a los que pertenece Roberto Baradel, no se limitan a planteos laborales. Involucran la necesidad de ampliar las escuelas de Jornada completa, avanzar en la universalización del nivel inicial y profundizar los acuerdos de formación docente. Sobre este último punto, justamente se realizó un convenio en el marco de la Paritaria Nacional Docente de 2015 que está  siendo literalmente vaciado por el actual gobierno pese a su discurso sarmientino. Al igual que en el debate periodístico, en materia educativa los neoliberales de hoy no dan la talla de los liberales de antaño.

Dos o tres mociones del profesor Hatum son reclamos de los sindicatos docentes nucleados en CTERA desde hace años. Uno de ellos es la necesidad de rediscutir  el tiempo de trabajo docente para que los profesores puedan dedicar su tiempo a una o dos instituciones como mucho y ese tiempo contemple planificación, capacitación, organización institucional, producción, reflexión y evaluación colectiva entre colegas. Sin embargo, estas instancias no generan el apetito mediático. Más bien son completamente ignoradas por las usinas de noticias que censuran todo aquello que no pueda subsumirse a confrontaciones falaces.

Como docentes organizados gremialmente en la Ciudad de Buenos Aires, estamos tentados de preguntarle al profesor Hatum si conoce “La educación en nuestras manos” un emprendimiento  editorial de altísima calidad para el debate educativo que llevó a cabo la organización de Roberto Baradel. Como trabajadores de la educación nos anima la idea de invitarlo a conocer  alguna de las cientos de instancias de construcción pedagógica que promueve el SUTEBA. Pero enseguida nos desalienta el hecho de  que detrás de ese título prometedor no hay nada. El único objetivo de la nota es instalar la falsa dicotomía, Sarmiento/Baradel, para reproducir una zoncera.

En la época de Domingo Faustino se diría que derrochó  demasiada tinta para tan pocas ideas. Hoy podríamos decir que le hubieran sobrado los 140 caracteres de un twit para su pequeña falacia.

En definitiva, no sólo es falaz que reconocernos como trabajadores degrade nuestro compromiso con la educación, sino que cuanto más asumamos nuestra identidad y capacidad de organizarnos sindicalmente más fuerte ha sido nuestra participación por la educación pública como derecho social. Esta convicción los docentes la llevamos a cada rincón de la patria. Y en el caso particular del SUTEBA, no es producto de uno o dos dirigentes gremiales, sino de la voluntad organizada de cientos de miles de docentes bonaerenses. No es a Roberto Baradel a quien quieren atacar; es a esa voluntad que tiene un nombre colectivo: el SUTEBA.