17 de marzo de 2015
Reunidos en Buenos Aires, los días 12, 13 y 14 de marzo de 2015, en el marco del Foro Internacional por la Emancipación y la Igualdad, realizado en el ámbito del Teatro Nacional Cervantes de esta ciudad, referentes políticos, sociales e intelectuales que suscriben, provenientes de 17 países de América y Europa, desean expresar su compromiso público y mundial con las luchas sociales y políticas que en este momento anida la humanidad en aras de construir un destino mejor para nuestros pueblos.
Estamos viviendo una época histórica en la que se cruzan experiencias políticas que iniciaron en los últimos años una profunda revisión crítica de la hegemonía neoliberal. Un aire fresco de renovación, aquí y allá, que intenta recuperar las tradiciones emancipatorias e igualitaristas, abriendo líneas de diálogo entre las dos márgenes del Atlántico. Se trata de lenguajes y prácticas que emergen de la especificidad de sociedades que buscan escapar de quienes sostienen el fin de la historia y la muerte de las ideologías. Se trata de movimientos políticos y culturales que se resisten a la ampliación de una lógica de la desigualdad fundada en la dominación del poder financiero global. Pero estas experiencias políticas saben de las oportunidades y los peligros de este momento, saben de los enormes desafíos y conocen también los riesgos de expansión de una nueva ola reaccionaria.
Latinoamérica, por un lado, con los gobiernos populares y progresistas que comenzó su camino a principios de siglo, tuvo uno de sus momentos clave hace una década, cuando cuatro presidentes de América del Sur se dieron la mano para decirle no al atropello de quienes pregonan el libre comercio mientras protegen con furia a un puñado de corporaciones y saquean las soberanías nacionales. Allí comenzó un ciclo político que todavía desafía el tiempo, contra viento y marea.
Europa, por el otro, ha comenzado a cuestionarse en los últimos años la imposición de brutales planes de ajuste asociados al desmontaje del Estado de Bienestar, y países que ayer ingresaban a mercados comunes con la promesa de una solidaridad continental, de beneficios para el progreso humano, se han encontrado, a la vuelta de la esquina, con la destrucción de sus economías, el aumento del desempleo y la intemperie social de sus jóvenes. Buscan un camino alternativo, un punto de inflexión que tuerza la correlación de fuerzas.
La polarización entre una concepción mercantil de la sociedad que solo admite consumidores desiguales y una concepción democrática que supone ciudadanos sujetos de derechos fue y es una disputa en el campo teórico y en el campo de la política, fue y es una lucha civilizatoria. Construir una alternativa al modelo neoliberal supone la reconstrucción del Estado y su carácter imprescindible como sostén de los derechos sociales, la promoción de formas autogestionadas de producción, la función social de los bancos públicos, las políticas inclusivas en salud, educación y vivienda. El Estado y las comunidades deben volver a ser instrumentos de universalización de derechos, de construcción de ciudadanía, de hegemonía de los intereses públicos por sobre los mercantiles. Nuevas alternativas de expansión democrática deben ser reconocidas en el camino de una humanidad que necesita romper ataduras en su búsqueda de nuevas formas de convivencia entre los seres humanos, y con la naturaleza en todas sus expresiones vitales.
Los problemas que estamos tratando son a escala planetaria. Se trata de un mundo sumergido en guerras injustas, con poblaciones pauperizadas y formas irracionales del capitalismo, que imponen la necesidad de redefinir los alcances de un nuevo ideario humanista capaz de recoger los mejores legados emancipatorios, libertarios, populares e igualitaristas; de un diálogo intenso entre las tradiciones latinoamericanas y su profundidad histórica, por un lado, con las historias singulares de los países mediterráneos dispuestos a emprender la larga tarea de redefinir a Europa, por el otro. Una América Latina orgullosa de su indigenismo autorrenovado, de los movimientos campesinos, de los trabajadores organizados, y de los jóvenes que intentan salir del vacío en serie de la industria cultural. Una Europa obligada a descolonizar su mirada y abonar el surgimiento de procesos políticos y culturales que reivindiquen ser aquella tierra en donde se gestaron los derechos universales del hombre, las ideas de la emancipación, la libertad y la igualdad, que siguen insistiendo en el interior de un mundo injusto, junto con la creación de los movimientos sociales más avanzados.
Por todo esto, quienes suscribimos este Manifiesto de Buenos Aires por la Emancipación y la Igualdad, entendemos impostergable definir una serie de prioridades que deberán guiar el ideario social y político de nuestros pueblos y sus líderes en los próximos años, y que pueden resumirse en estos principios:
1. Reivindicar la política y los partidos políticos, sindicatos, poderes comunales y otras organizaciones populares, sociales y ciudadanas de cada país y de cada región, como el ámbito y los canales primordiales que fundan una democracia participativa universal, única garantía para la expresión cabal y representativa de los derechos y la voluntad de miles de millones de ciudadanos anónimos.
2. Repudiar enérgicamente los intentos destituyentes por parte de los países poderosos, asociados a empresas multinacionales y a grandes medios de comunicación, que cotidianamente horadan la legitimidad tanto de los gobiernos populares y progresistas de América Latina como de los nuevos movimientos políticos y gobiernos transformadores que proponen el cambio social en Europa.
3. Establecer límites eficaces frente al poder infinito del capital financiero, los fondos buitres y las instituciones de crédito dominadas por las grandes potencias, a través de mecanismos multilaterales de negociación que respeten las soberanías nacionales, expresen la igualdad de posibilidades de los pueblos y garanticen tratos justos, igualitarios y sustentables que no provoquen el ahogo presupuestario y la consecuente exclusión social de millones de personas.
4. Generar formas económicas de producción cooperativas, autogestionadas, solidarias y sustentables, que promuevan una mejor distribución de la renta; mecanismos de copartipación obrera y empresaria en las ganancias, sistemas regulados de paritarias libres entre el capital y el trabajo, protección social pública para jubilados y desempleados, así como el estímulo de una explotación de la tierra y los recursos naturales que respete tanto la soberanía y el desarrollo económico de los países como su carácter no renovable.
5. Defender por todos los medios políticos, institucionales y académicos la soberanía política, cultural y económica de todos y cada de los pueblos latinoamericanos y europeos que luchan por su dignidad, promoviendo espacios de encuentro entre los representantes legítimos de los estudiantes, los trabajadores, los movimientos sociales, los colectivos en favor de los derechos de la mujer, los pueblos originarios, la diversidad sexual, y de todas aquellas organizaciones que enfrentan a los poderes dominantes en defensa y ampliación de sus derechos sociales y políticos.
6. Realizar una crítica abierta y permanente del contenido y del régimen de propiedad de los medios masivos de comunicación que, en el presente mundial, se han convertido en redes globales de desinformación, difamación pública y tergiversación de toda temática social, económica y cultural que afecte sus intereses corporativos, cumpliendo un rol político injuriante de la dignidad de las poblaciones desfavorecidas y los movimientos sociales y políticos que intentan representarlas. En tal sentido, se reafirma una vez más tanto la necesidad estratégica de regulaciones antimonopólicas en el mundo empresario de la prensa gráfica, audiovisual y digital, como el fortalecimiento de los sistemas públicos y comunitarios de comunicación, y el carácter impostergable de una crítica cultural de los abusos sociales que producen la industria cultural y la sociedad de espectáculo.
Teatro Nacional Cervantes, Buenos Aires, 14 de marzo de 2015.