15.07.2015. Yo soy (para ponerlo en contexto) además de actor y director de teatro: docente. Citaré algo de mi biografía escolar atravesada por la diversidad sexual, como estudiante y como profesor.
Emiliano Samar
Yo soy (para ponerlo en contexto) además de actor y director de teatro: docente. Citaré algo de mi biografía escolar atravesada por la diversidad sexual, como estudiante y como profesor. Porque hablar de diversidad sexual es inevitablemente hablar de las cuestiones que nos van constituyendo como sujetos, y también de los supuestos que se desprenden del género que portamos. Porque la escuela destina un espacio a las expresiones de género hegemónicas: la pelota, la cancha, el lugar asignado en la formación, los colores del papel glasé al ser repartido, los juguetes, los carteles y tanto más. Hasta las editoriales nos piensan de un modo unilateral. Todo en un esquema binario que parecía irreprochable. Y ser varón para mí trajo consigo forzar respuestas, aceptar la «escuelita de fútbol», erigirme en «jefe de banda ninja» y negar que en lugar de Titanes en el Ring veía La familia Ingalls. Pero después me tocó ser el docente en el aula. Me tocó la posibilidad de poner en crisis ciertos supuestos prestablecidos. Entonces, mis alumnas y alumnos de primer grado se formaban en hileras mixtas. Ahora, y muchos años después, me pregunto: ¿qué sentido tenía eso para ellos, mientras el resto de la escuela seguía con el formato tradicional? ¿Cuánto comprendían mis estudiantes las preguntas que subyacían a mi práctica si no le otorgaba yo mismo un sentido construido en diálogo con ellas y con ellos? Recuerdo preguntarme muchas veces cómo las cuestiones de género y de diverdad sexual atraviesan las biografías escolares. Por presencia o por omisión, son asuntos constitutivos y que van dejando huella. Hoy tenemos leyes que habilitan la palabra, la visibilidad, un nombre, una libreta. Tenemos la enorme oportunidad de problematizarnos, de generar los problemas que nos permitan construir nuevos sentidos y revisitar las miradas. Podemos hacer efectiva una transformación. Con pequeñas acciones que permitan que las leyes se vuelvan realidades. Porque podemos elegir materiales de lectura que superen estereotipos de género y de familia, porque podemos interrogar a nuestro estudiante varón sin presuponer su heterosexualidad y entonces el «¿tenés novia?» deja de forzar una respuesta, porque podemos poner en crisis el sentido de algunas normas institucionalizadas, porque podemos elegir materiales para el aula y para el trabajo que habiliten la diversidad. Tenemos leyes y claras políticas de Estado en materia de ampliación de derechos, sindicatos que ponen en sus agendas la diversidad sexual y la posibilidad de favorecer biografías escolares sin escondites ni disfraces. Como me gusta repetir desde hace años: la visibilidad libera, la educación transforma. Al menos eso pongo en juego hoy en mi práctica docente y como militante. Yo, un varón gay que construyó su identidad en una escuela con poco espacio para la disidencia. «
*Director de teatro, docente, referente de Diversidad Sexual de UTE / Ctera.