Por Jorge Berguier * y Enrique Samar **
Terminado el conflicto docente bonaerense, se está instalando la idea de que en 2014, en la provincia de Buenos Aires, las escuelas privadas tendrán más calidad educativa que las públicas, por cuanto aquéllas tendrán más días de clase que éstas. Pareciera una verdad obvia e inconmovible… Pero, ¿será verdad?
Durante la década neoliberal, el entonces secretario de Educación de la ciudad de Buenos Aires, Horacio Sanguinetti, determinó varios días de reflexión docente en las escuelas porteñas y la ministra menemista Decibe lo cruzó en los medios diciendo que eso rebajaría la calidad educativa, porque se perderían días de clase. Sanguinetti, que fuera rector del Colegio Nacional de Buenos Aires, le contestó que ésa era la cuenta del almacenero, porque en su colegio había tradicionalmente menos días de clase y ésa era (a su criterio, compartido por muchos) una de las escuelas con más calidad educativa del país.
Se trataba de una discusión entre dos iluministas positivistas, que tratan de infundir la idea de que un día de clase es sólo aquel en que el docente se para frente a todos los alumnos y desarrolla los contenidos. Esta idea parte del concepto de que todos somos iguales y por lo tanto tenemos los mismos ritmos de aprendizaje en todo, y por lo tanto los especialistas tienen que determinar la cantidad de contenidos que podrán ser aprendidos en determinado tiempo (el ciclo escolar); ésta pasa a ser la única variable y hay que “normalizar” a quienes no se amoldan a estos ritmos, haciéndolos repetir, si es necesario, y/o declarándolos “burros” y expulsándolos de las escuelas. El profesor terminaba en la fecha establecida y los que no aprobaban “iban a examen” a diciembre y si no aprobaban “por mucho” (aplazados) “se iban” directamente a marzo. En cualquier caso, el rol del docente, en esas instancias, era tomar examen y nada más. Las familias que tenían dinero enviaban a sus hijos a profesor particular para prepararlos para el examen. Y, por lo tanto, las desigualdades de origen se multiplicaban.
Felizmente, durante esta década ganada, el Ministerio de Educación nacional impulsó la idea de que somos todos diferentes, que las diferencias nos nutren y enriquecen y que, basándose en el concepto de “inteligencias múltiples” de Gardner, los alumnos tendrán distintos ritmos de aprendizaje según estas capacidades diferenciadas: algunos serán más rápidos en Matemática y menos en Lengua y viceversa, otros tendrán mayores facilidades para las Ciencias Naturales o Sociales, la música, el idioma extranjero, etcétera. Y entonces se impulsó la idea del “boletín abierto”. Esto es, el 30 de noviembre en las escuelas secundarias terminan cada materia, los alumnos que en ella hayan aprehendido los contenidos estipulados, y siguen los demás. Esto permite que el profesor tenga unos veinte días para una enseñanza más personalizada hacia los alumnos que más lo necesitan, para que éstos adquieran los conocimientos que les faltan y aprobar. Y si aun así no los adquirió, desde el 15 de febrero, nuevamente a clase. Otros quince días. Esto ha permitido bajar considerablemente la cantidad de repitentes, con calidad. En nuestra opinión, no contar éstos como efectivos días de clase es una omisión que hay que corregir. Contándolos (no hay por qué no hacerlo) tendremos más de 210 días efectivos de clase y, reiteramos, con calidad.
En las escuelas primarias de la ciudad de Buenos Aires, con el macrismo, esta buena idea quedó desvirtuada porque en la Agenda Educativa acumularon tantas actividades y tareas que se convirtió en una ficción.
Pero allí no termina la cosa. El Ministerio de Educación nacional ha impulsado también que miles de escuelas funcionen los sábados. A través de programas como los Centros de Actividades Infantiles, los Centros de Actividades Juveniles y sus homólogos en algunas provincias, como los Patios Abiertos en la de Buenos Aires, Escuelas Abiertas en Salta, Sábados de Actividades Juveniles en La Pampa, etc., se desarrollan en las escuelas actividades deportivas y culturales que complementan una educación integral y que deben ser computados como días de clase; contando a los cuales (otra vez, no hay por qué no hacerlo) se llega a más de 240 días.
¿Por qué no se cuentan estos días? Porque en las escuelas privadas nada de esto ocurre.
Terminado el conflicto docente bonaerense, también es el momento para discutir, y si es necesario explicar, algunas cuestiones referidas al presentismo. Siempre fue una herramienta de diferentes gobiernos para disciplinar a los trabajadores. Si el salario no alcanza y los trabajadores quieren reclamar con el derecho constitucional de huelga, tienen que estar dispuestos a cobrar mucho menos al mes siguiente porque en algunos casos el “premio” por “presentismo” es un porcentaje importante del sueldo.
No hay ningún estudio serio que permita concluir que el ausentismo es mayor entre los docentes que entre otros trabajadores, teniendo en cuenta que la inmensa mayoría de los docentes son mujeres, que muchas veces son las que cuidan a sus hijos en caso de enfermedades. Por otra parte, hay que tener en cuenta las condiciones de trabajo. Son muchos los docentes que comen en un colectivo mientras viajan de una escuela a otra, o comen a las corridas porque no llegan a tiempo. Por algo se volvió popular la expresión “profesor taxi” para referirse a los profesores de escuelas secundarias que tienen horas de clase en seis, siete u ocho escuelas, porque no se cumple con el art. 32 inc. d de la Ley de Educación Nacional (26.606) que habla de “mecanismos de concentración de las horas cátedra”.
Claro, el ausentismo docente en las escuelas públicas es mayor que en las privadas. La razón es simple. Si faltan mucho, por enfermedad, por hacer uso del derecho de huelga, etc., lo despiden y a otra cosa. Como un ejemplo entre miles, hace muchos años, el Colegio Cardenal Cisneros, escuela privada de Barracas, rechazó a un docente porque había tenido una operación. No importó si era buen docente: por las dudas no lo aceptaron en su institución. Y a esas escuelas, que presionan a los docentes para que no puedan ejercer sus derechos, que discriminan y seleccionan alumnos y docentes según criterios a veces medievales, les pagamos entre todos subsidios para que puedan seguir lucrando con la educación.
También tenemos claro que la mejor manera de defender la escuela pública es mejorando nuestras prácticas educativas, y que los paros deberían ser sólo un recurso de última instancia.
Seguimos sosteniendo que ésta es una década ganada, también en educación; pero para que el futuro de nuestros hijos y nietos sea el que todos soñamos, en un país con más democracia, con más justicia, con ciudadanos participativos y conscientes de sus derechos, es necesario que todos y todas puedan disfrutar de la escuela pública, con más y mejores maestros, con equipos directivos y de supervisores comprometidos hasta la médula con prácticas democráticas.
Más temprano o más tarde llegará el día en el que volverán a estar sentados en la misma aula todos los chicos, codo a codo los hijos de los laburantes, de los profesionales, de los comerciantes. Llegará el día que un gobierno nacional y popular no destine ni un peso a la escuela privada.
* Docente EEM Nº 5 D.E. 19. Delegado sindical UTE-Ctera.
** Director de la Escuela 23 del D.E. 11 desde 1997 hasta 2012.