Viernes, 04 de mayo de 2012
Por Eduardo López y
Mariano Denegris
El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires se dispone finalmente a cerrar 96 grados de escuelas públicas. Toma esta medida pese a la resistencia en las aulas y en las calles de familias, estudiantes y docentes que revirtieron, sin embargo, la primera disposición que pretendía cerrar 221 cursos. Y lo hace habilitado por el Decreto 1990, resabio neoliberal heredado del gobierno de Fernando de la Rúa, cuya inconstitucionalidad seguiremos reclamando en la vía judicial.
Pero hay algo que subyace a la medida en sí. Algo que va más allá de la cantidad de alumnos por grado, más allá de si se trata de uno, dos o doscientos los grados en cuestión. Más allá, incluso, de la ausencia de criterios pedagógicos en la aplicación de la medida. Es la concepción de “lo público” lo que está en juego permanentemente como trasfondo de esta y otras acciones de la “gestión PRO”. Y esta concepción surge con nitidez cuando, haciendo a un lado los globos de colores, el macrismo se ve obligado a brindar algún argumento que dé cuenta de sus actos.
Llamados a explicar el fundamento de cerrar grados de escuelas públicas, dicen Macri y Bullrich: en esas escuelas hay pocos alumnos. Al margen de la pobreza argumental de lo meramente numérico para dar cuenta de un proceso de enseñanza–aprendizaje, la respuesta del macrismo invita a una repregunta obvia: ¿por qué algunas de esas escuelas tienen, efectivamente, pocos estudiantes? ¿No tendrá algo que ver la baja de matrícula de ciertas escuelas con el sistemático desmantelamiento y abandono al que las somete el Gobierno de la Ciudad en los últimos años, ya sea en el deterioro edilicio como en el maltrato simbólico?
Pero es aún más revelador en su concepción neoliberal la justificación que expresó la dupla Macri–Bullrich sobre la reducción de cursos y grados en la zona norte de la Ciudad para la supuesta apertura de escuelas en el sur porteño. Más del 90 por ciento de los cierres se producirían en los barrios de Palermo y Belgrano. No podemos pasar por alto este aspecto de la fundamentación macrista. Lo que nos está diciendo es que nos resignemos a que la educación pública ocupe un rol subsidiario respecto de la privada, que sólo sea el lugar de contención donde van quienes no tienen otra alternativa. Aquí resume su visión de lo público. Una visión que plasmó su fracaso en el ejemplo concreto de las políticas privatistas que dominaron la región hace más de una década. En esta visión retrógrada, Macri es, no obstante, coherente. Su partido es la única fuerza política en la Argentina que se opone de modo unánime a la estatización de los recursos energéticos. Es la idea de lo público, de aquello que es de todos y para todos, la víctima principal de las políticas del PRO.
Por esta razón, nuestro compromiso con lo público no puede limitarse a denunciar o rechazar los ataques del gobierno de Macri. Debemos reconstruir esos sentidos, poner en escena los valores que día a día se crean y recrean en la escuela pública: la diversidad, el bien común, la construcción de ciudadanía y, también, la buena educación, es decir aquella que logra ampliar los horizontes de derechos de los sujetos y potenciar sus capacidades.
* Secretario general y secretario de prensa de UTE-Ctera, respectivamente.