¿La educación se puede traducir a cifras?
En estos últimos tiempos estamos asediados por cierta compulsión a traducir la educación a cifras, mensurar, medir, parametrizar, y luego transformar los números en conferencias nacionales e internacionales, que nada tiene que ver con lo que nuestro sistema educación de la Ciudad necesita, los números se transforman en el gran fantasma.
Desde el lema: ‘Todo en educación debe ser medible’, evalúan si nuestros estudiantes son competitivos, es decir, si tienen preparación para el mundo del trabajo, con mucho marketing se impulsa el propósito de evaluar la calidad y equidad. Hasta se ha construido un índice.
Los trabajadores de la educación sabemos que todo no puede ser traducido a números y que nuestro trabajo se expresa por otros carriles, pensar, apropiarse de estrategias cognitivas, hacer experiencia, creación, interés, descubrimiento, emoción, encuentro. Lo que sucede en nuestras aulas no puede ser mensurable y no estamos dispuestos a dejarnos correr por esa compulsión que todo lo mide.
Hemos dicho que en este debate se plantean problemas éticos, epistemológicos y políticos. Los técnicos y funcionarios del gobierno van cambiando de eje la discusión sobre los procesos de enseñar, de aprender, cuando presionan para que la experiencia pedagógica se exprese en resultados, desplazando la experiencia de aprender hacia problemas técnicos, para comparar con resultados de otras latitudes. Con posiciones reduccionistas a lo que pueda traducirse en cifras, sobrevalorando los resultados y los rankings desplazando a un segundo plano aquello que no se mide pero que es conocimiento social relevante para nuestras escuelas y nuestro país.
Hoy se formula la creación de un ámbito clave de las políticas de evaluación neoliberales: la creación de un Instituto de Evaluación de la Calidad, para generar más datos, pero suena más a un Kiosko de los generadores de datos, generar datos no es gratis es muy costoso, van por generar más gasto en el diagnóstico de una realidad que no va a cambiar porque se la mida en mayor cantidad de veces, sino que va a empeorar por la falta de políticas educativas democratizadoras, políticas que garanticen el derecho a la educación, que es la gran deuda del macrismo.
Conocemos los efectos de las mediciones en otros países, que sacrifican la integralidad de la educación a los resultados que se obtienen acerca de la tan mentada calidad educativa y no se aprecian cambios profundos en las políticas del ministerio.
Una y otra vez se anuncia desde el gobierno de la Ciudad: ‘Vamos a crear un Instituto de evaluación externo, esto nos permitirá conocer los problemas del sistema educativo’.
¿Después de casi 7’años de gobierno necesitan crear un organismo para conocer los problemas?… ¿no sería más aconsejable convocar a los protagonistas de los procesos educativos a debatir los problemas y construir propuestas para resolverlos.
Conocemos también las dimensiones de la evaluación ausentes en las discusiones del Ministerio de Educación: las condiciones en que se produce el hecho pedagógico y que transformándolas habría mejoras sustantivas.
La evaluación educativa no debería ser reducida a medir el alcance de los aprendizajes, que se consideran significativos y estandarizados de los estudiantes. Mucho menos por afuera de la intervención de los docentes que promueven esos aprendizajes, de su contexto socio económico, del nivel de inversión por parte del Estado en estas escuelas, del nivel educativo alcanzado por los padres, y de otras variables que puedan intervenir que hacen al contexto, como inmigración, oferta cultural del barrio, las características habitacionales, etc.
Las evaluaciones estandarizadas y desprovistas de aspectos sociales que intervienen, no son más que una resolución tecnicista, que se valida de manera metodológica y estadística en las ciencias sociales, cuya traducción al campo educativo depende de los objetivos y de los fines desde los que se construyeron y por los cuales adquieren sentido.
En el año 2007 al asumir el gobierno de la Ciudad se realizaban evaluaciones producidas por el propio Ministerio.
Hoy se multiplicaron las evaluaciones “internacionales” y se invierte en ellas 60 millones de pesos anuales. Si se evalúan estos datos, los cambios en educación, no han comprometido mejoras sustantivas del sistema y en muchos casos se han tomado decisiones contrarias a las mejoras esperables para la tan mentada calidad.
Un claro ejemplo de esto es la afirmación, y cierta comprobación en las pruebas: ‘’los chicos no entienden lo que leen”. Bien… ¿cuáles han sido las políticas educativas para transformar las condiciones de aprendizaje?… ¿distribución de libros?… ¿formación docente en servicio?… planes de mejora?… participación de docentes y alumnos en talleres dentro y fuera de la escuela para mejorar la comprensión lectora?
Si analizamos la oferta de cursos de capacitación de la CEPA, se observa que tal dispersión de temáticas y su tercerización a fundaciones bastan para darse cuenta que las políticas de capacitación y los problemas educativos no se ajustan a los resultados obtenidos. No sirven ni para orientar las políticas de capacitación, se desconocen documentos pedagógicos producidos por el Ministerio de la Ciudad con orientaciones respecto de los problemas detectados por PISA a los que el mismo Macri adhiere fervientemente.
El resultado del proceso de evaluación debe servir entonces como un instrumento para obtener un saber “qué hacer”, orientar las acciones políticas en distintos niveles: gobierno, instituciones y aula para producir los cambios socialmente requeridos. Se trata de lograr un instrumento de trabajo capaz de despertar compromiso mutuo entre escuela, gobierno y comunidad y a su vez de orientar el desarrollo de los aprendizajes socialmente valiosos
Desde qué perspectiva nos aproximamos a la Evaluación Educativa?
En primer lugar, es importante destacar que educar implica una tarea que se despliega y tiene lugar en un sistema educativo conformado por escuelas, colegios o institutos que pueden caracterizarse, entre otros aspectos, por los siguientes: se trata de instituciones específicas, complejas, multidimensionales y multiculturales. La complejidad supone dar cuenta del modo particular en el que, en cada contexto social e histórico se entrelazan las macro y micropolíticas educativas y las lógicas de formación del ciudadano, las económicas, científico-tecnológicas, entre otras.
Siempre que deseamos obtener información acerca de universos complejos como la educación se corre el riesgo de la reducción o sea tomar una parte por el todo. La evaluación que plantea el macrismo es una reducción de la complejidad y por ende una distorsión de la realidad.
Los trabajadores de la Educación reafirmamos lo que venimos sosteniendo en todos los planos:
Rechazamos todo intento de implementar políticas de evaluación docente que impliquen atar el salario al puntaje obtenido en una prueba estandarizada de medición de supuestas competencias. Vemos que el gobierno de la Ciudad elude una vez más el deber de garantizar una educación de calidad para todos poniendo a los docentes bajo sospecha de incompetencia y cargando sobre las espaldas de maestros y profesores el total de la responsabilidad por los resultados que se producen en el marco de la institución escolar. Sería deseable que las autoridades reconocieran que los trabajadores de la educación no actúan de manera aislada en las escuelas sino que su accionar está regulado y restringido por innumerables condicionantes que contribuyen o no a una educación de calidad.
Es imprescindible diseñar y poner en práctica políticas públicas que operen sobre estos condicionantes para apuntar a una verdadera transformación del sistema educativo de tal modo que los docentes puedan repensar cooperativamente su trabajo y generar respuestas a los numerosos problemas que enfrenta la enseñanza en una sociedad compleja, diversa y con tanta desigualdad como la actual.
La acción individual de cada docente no puede sustituir el vacío que provoca la inexistencia de un planeamiento educativo sostenido que favorezca el diálogo permanente entre las decisiones que se toman a nivel de gestión y los problemas que van encontrando los docentes al esforzarse por brindar a todos los estudiantes una experiencia educativa sustantiva.
Subrayamos que una educación de calidad en una sociedad democrática consiste en asegurar que todos los estudiantes tengan posibilidades de aprender y construir una posición intelectual autónoma como resultado de su paso por la escuela. La posibilidad de los docentes de desarrollar estrategias para el logro de este propósito no puede ser evaluada a través de una prueba estandarizada sino que requiere que cada institución -con la orientación del planeamiento global- diseñe los instrumentos adecuados para conocer con rigor los alcances de su accionar y pueda producir las reformulaciones necesarias.
Nos oponemos a quienes desvirtúan los fundamentos pedagógicos de los procesos de evaluación, convirtiéndolos en argumentos efectistas de campañas publicitarias, mientras evaden la obligación que tienen como Estado de desarrollar políticas públicas integrales que asuman los problemas de la enseñanza.
Proponemos profundizar una evaluación:
• Integral: Una evaluación que nos permita mirar las políticas educativas, el sistema, la institución escolar, las prácticas de enseñanza y los procesos de aprendizaje.
• Participativa: Una evaluación que incluya las visiones y voces de todos/as los implicados/as, como responsabilidad compartida por la educación como bien público y derecho social.
• No punitiva: No tendrá como objeto determinar sanciones, ni establecer categorías salariales, ni afectar la estabilidad en el trabajo docente, ni vincularse con el control de desempeño docente.
• Contextualizada: La evaluación debe desarrollarse en el marco de respeto al Estatuto del Docente y no deberá vincularse a estándares ajenos a los contextos en que se desarrolla.
• Formativa: Que contemple los procesos de reflexión colectiva sobre el estado de la educación y los caminos para transformarla, asegurando el mejoramiento progresivo tanto de las políticas del sistema, como de los proyectos, el desarrollo institucional y las prácticas pedagógico-didácticas.
Angélica Graciano
Secretaria de Educación y Estadísticas de UTE
El 16 de julio se realizó en la Legislatura porteña la segunda jornada por una evaluación integral, participativa y formativa con la participación de referentes pedagógicos, Legisladores, académicos, representantes docentes y estudiantiles, colectivo de familias por la escuela pública, y sindicatos docentes, para rechazar al Instituto de Evaluación del macrismo que terceriza una dimensión fundamental de la política educativa.
Desde ese momento la comunidad educativa viene solicitándole a la Diputada Graciela Ocaña que reciba a los docentes de la ciudad y escuche los argumentos de porque es necesaria una evaluación que sea integral, que incluya la participación de todos los actores del proceso educativo y que además sea formativa y no una evaluación tercerizada que estandariza los criterios de calidad según concepciones neoliberales que ya han fracasado en otros países. Sin embargo, hasta el momento, la diputada no recibió a nadie. Esto pone en alerta a la comunidad educativa que teme se produzca un nuevo “Abrevayazo”.
En aquel momento la mayoría de los diputados de la oposición expresaron su apoyo para rechazar este modelo de evaluación que desconoce los contextos de producción de los procesos educativos, no reconoce los saberes e impone modelos importados que pretenden atar el salario al presentismo, la capacitación y el desempeño de los docentes. Ya el año pasado el macrismo intentó y no pudo reunir los votos necesarios para aprobar el ente autárquico de evaluación.
Estuvieron presentes en la jornada Graciela Morgade, Decana de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA); Graciela Frigerio; Pablo Imen, del Centro Cultural de la Cooperación; Ingrid Sverdlik; los/as legisladores/as Maximiliano Ferraro, Lorena Pokoik, José Cruz Campagnoli, Paula Oliveto, Jorge Taiana, Paula Penacca, Hernan Rossi. Los sindicatos docentes de la ciudad: UTE, UDA capital, SADOP capital, CAMyP, y a nivel nacional, la CTERA.
No al Proyecto del Instituto de evaluación externo del Gobierno de la Ciudad. Si a la educación de calidad para todas y todos.