La ex viceministra de Educación analizó a fondo la coyuntura educativa en una entrevista con El Grito del Sur: los cambios que introdujo el COVID-19, las políticas del Ministerio para sostener la educación virtual, la reapertura de las escuelas en la Ciudad de Buenos Aires y el posible retorno a la presencialidad en 2021. «A los docentes les está dejando un gran aprendizaje esta situación tan particular», asegura.
Hasta el momento, el gabinete del presidente Alberto Fernández sufrió dos bajas importantes: la renuncia del secretario de Energía, Sergio Lanziani, y de la viceministra de Educación, Adriana Puiggrós. Sin embargo, la prestigiosa pedagoga continúa bien cerca del Gobierno trabajando ahora como asesora del mandatario argentino. Cuando fue consultada para esta entrevista, aceptó con gusto pero aclaró que no iba a hablar de los motivos de su renuncia al Ministerio de Educación. Según trascendió allá por el 19 de agosto, la decisión de Puiggrós se habría desatado producto de diferencias con la gestión que encabeza Nicolás Trotta.
La semana pasada, tras una serie de reuniones que pusieron sobre la mesa la situación de los alumnos y las alumnas sin conectividad, el ministro de Educación Nicolás Trotta y su par en la Ciudad de Buenos Aires, Soledad Acuña, se pusieron finalmente de acuerdo para que estudiantes de 5to, 6to y 7mo grado retornen en forma gradual a las escuelas porteñas bajo la modalidad de encuentros socio-educativos extracurriculares y optativos. «A mi me parece una iniciativa riesgosa y además no entiendo el sentido porque estamos casi a mitad de octubre», opina Adriana Puiggrós en diálogo con El Grito del Sur.
A lo largo de una entrevista, la ex viceministra analiza a fondo los cambios que introdujo el virus en el sistema educativo, las políticas del Ministerio de Educación para sostener la educación virtual, la reapertura de las escuelas de gestión estatal en la Ciudad y el posible retorno a la presencialidad en el ciclo lectivo 2021.
¿Qué modificaciones trajo la pandemia al sistema educativo?
En primer lugar, repentinamente se cerraron las escuelas frente a una situación catastrófica sobre la cual no había ningún aviso. Subrayo el término «aviso», no porque no hubiera habido advertencias sobre la posibilidad de una catástrofe ecológica -por parte de los ambientalistas y científicos así como de tratados internacionales, la Encíclica «Laudato si» del Papa y la Carta de la Tierra-, pero todos estos avisos no habían hecho sentido común. Y las grandes corporaciones habían trabajado en contra de una pedagogía ambientalista, por lo que lo ocurrido fue algo sorpresivo -de un día para el otro- y el problema no fue tomado de fondo por casi ninguna sociedad. La situación de interrupción es traumática, pero contrasta con esto el hecho de que se pusieron en funcionamiento las mejores acciones por parte de la comunidad educativa. Podría haber ocurrido que los docentes, las familias y los propios alumnos se retrajeran y desvincularan, pero eso no ocurrió porque la mayor parte se puso inmediatamente a disposición para el nuevo tipo de enseñanza-aprendizaje y para la nueva forma de escolaridad.
A lo largo de estos meses se produjo una nueva interacción entre familia y escuela, lo mismo con el vínculo alumno-docente. ¿Qué características adquirieron este flamante tipo de relaciones socio-educativas?
Ha sido muy impresionante cómo los docentes desarrollaron la creatividad. Primeramente, hubo un aprendizaje muy fuerte del uso de la tecnología. Yo tengo crónicas de docentes que muestran cómo aprendieron a usar el Whatsapp y cómo armaron grupos virtuales, hasta una docente habla de que armó teatro para que los chicos puedan verlo a través de los celulares. Al mismo tiempo, la mayor parte de los docentes sintieron la ausencia de aquellos chicos que no pudieron conectarse por las distancias y la falta de Internet, o porque quedaron sumidos en la grave problemática de su comunidad. Me parece que a los docentes les está dejando un gran aprendizaje esta situación tan particular y, para el futuro, es tarea de las universidades y de los institutos de formación docente, así como de los gobiernos nacional y provinciales, trabajar con esos saberes nuevos que los docentes han adquirido para lograr una sistematización de los conocimientos tecnológicos. Lo mismo con la conciencia social que muchos han logrado.
¿En qué medida se está produciendo una pérdida de los aprendizajes como plantearon algunos sectores? ¿Esto es realmente así?
Yo no sé si hay una pérdida de los aprendizajes, a mí me parece que el vínculo entre los docentes y los alumnos ha ido en progreso. Por ejemplo, los docentes han tenido que revisar la lista de sus alumnos y ver quién es cada uno. En ese sentido, se ha reforzado en gran parte el vínculo con los alumnos, incluida la preocupación con aquellos que no están, que están a medias o que no alcanzan a seguir el ritmo impuesto por la virtualidad. Evidentemente, también hay aspectos curriculares que no fueron desarrollados y contenidos que los chicos no aprendieron este año, que tendrán que incorporarlos en los próximos años. Incluso no me parece que sea dramático, se trata de un cambio en el orden curricular. Es decir, no aprender una unidad de historia en el año 2020 y aprenderla en el 2021 no es algo que modifique demasiado a lo largo de los años de primaria y secundaria. Lo que sí me parece es que ha habido muchos aprendizajes de otro tipo: por ejemplo, el aprendizaje de que somos parte de la humanidad, de que nos ha atacado un enemigo que es el mismo para asiáticos, europeos, norteamericanos, latinoamericanos y africanos. Es el más importante de los aprendizajes, que somos parte de la humanidad.
¿El programa Seguimos Educando cumplió con todas las expectativas? Dio la sensación de que el Estado Nacional podría haber hecho un mayor uso de herramientas como la televisión.
No fue fácil salir con un programa complejo como Seguimos Educando, yo creo que funcionó bien y es probable que se podría haber hecho mejor. Pero los cuadernillos llegaron hasta los últimos lugares del país sin conectividad, no sólo los cuadernillos nacionales sino también los producidos por las provincias. El esfuerzo de las provincias ha sido enorme y esto hay que verlo como un nuevo impulso a partir de las plataformas que han abierto y los cuadernillos que empezaron a publicar, así como con la capacitación docente que han hecho.
La brecha tecnológica afecta a los alumnos más pobres de la escuela pública. ¿Qué lecciones está dejando el coronavirus para construir una educación más democrática e inclusiva?
Eso vamos a verlo. Yo sí creo que hay una doble acción de esta situación de pandemia: por un lado, extrema el individualismo a partir del temor por el cuerpo del otro y esto no va a terminar mañana porque -hasta que esté y se aplique la vacuna- vamos a tener que seguir guardando medidas de este tipo y eso queda como un aprendizaje en la sociedad. El asunto es que no quede acentuando el individualismo, sino que quede como una acción de cuidado del otro. Por eso, una vez que empiecen las clases, va a haber que desarrollar la imaginación pedagógica y buscar muchas formas de trabajo que, pese a las distancias que hay que guardar, puedan mantener los formatos grupales y colectivos.
A partir de esta semana va a haber una apertura gradual de las escuelas de gestión estatal en la Ciudad de Buenos Aires. ¿Creés que se trata de una iniciativa riesgosa?
Sí, a mí me parece que es riesgosa y además no entiendo el sentido porque estamos casi a mitad de octubre y las clases terminan en noviembre, como mucho los primeros días de diciembre. ¿Cuál es el sentido? Lo único que está justificado es buscar una forma de que los chicos que están terminando la primaria o la secundaria en el último año puedan tener un apoyo y rendir los exámenes. Eso sí es razonable con todas las medidas de seguridad necesarias. Ahora, extender esto al conjunto o hacerlo de manera poco cuidadosa es poner en un serio peligro a toda la población. Cuando se abren las escuelas, se movilizan también el transporte, los kioscos, las papelerías de alrededor y todos los adultos primero para llevar a los chicos a las escuelas y después para ir al trabajo. Es una medida más publicitaria que otra cosa porque nadie puede pensar que, si se estuvo trabajando de manera virtual durante estos meses, tengan en el último mes que abrir las escuelas.
¿Es posible retomar la presencialidad en las escuelas antes de que haya una vacuna en nuestro país?
No te puedo decir ni sí ni no. Desde luego, esa respuesta la tienen que dar las autoridades sanitarias. Me parece que es arriesgado decir que un día es posible y otro día que no lo es, entonces me remito a lo que digan las autoridades sanitarias.