El gobierno porteño agita el término de “evaluación” como si fuera una novedosa herramienta cuyos sobrenaturales poderes mejorarían súbitamente la educación pública. Esto sólo puede hacerse sobre la base de omisiones, prejuicios y falsos sobreentendidos. Sólo sirve para montar una operación de marketing que camufle una concepción mercantilista y competitiva de la calidad educativa que muestra al mundo un rotundo fracaso en la calles de Chile. El discurso, tan moderado como vacío, de Bullrich omite que la evaluación docente ya existe en las escuelas públicas y la propuesta no agrega nada a las dimensiones evaluadas, ya sea en el seguimiento realizado por los coordinadores pedagógicos de cada área o ciclo o en la aplicación de instrumento de desempeño docente de fin de año. Tampoco tiene nada de reveladora la inclusión dentro de la evaluación de una propuesta formativa a cargo del CePA. Lo paradójico es que al mismo tiempo cierra cursos y despide profesores de esta escuela de capacitación docente. Esta propuesta reduccionista y berreta pretende mostrar preocupado por la educación pública a un gobierno que durante cuatro años se dedicó a destruirla. Desde la UTE sostenemos que lejos de quedarnos en la medición de competencias, debemos construir una evaluación integral, participativa y sistémica que nos permita mejorar. Para ello debemos abrir un profundo y amplio debate en el que participen las universidades públicas, los institutos de formación docente y el conjunto de la comunidad educativa.
Ejemplo