05.03.2014. Un grupo de docentes y padres ocupa el inmueble de la calle Manuel García 370. Allí funcionó una escuela, pero ahora está abandonado. Reclaman que sea acondicionado para las vacantes que faltan en la zona. Y ellos mismos lo están limpiando y arreglando.
Por Soledad Vallejos
El cartón manuscrito con tinta colorada que cuelga de las rejas de un balconcito dice “día 7” y va puntuando el tiempo de la toma que, desde la semana pasada, sucede en Manuel García 370, el edificio que hasta el 2009 albergó una escuela porteña y luego permaneció cerrado. El miércoles pasado, docentes y vecinos de Parque Patricios entraron en el lugar para reclamar al gobierno porteño que el espacio, usado durante años como escuela y que en el listado oficial de establecimientos en la página web de la Ciudad continúa figurando como habilitado en calidad de “escuela de jornada completa” para alumnos de primaria, sea utilizado para paliar la falta de vacantes en la zona.
“En este distrito hay más de mil niños y niñas sin vacantes, este edificio podría ser utilizado como un jardín para alrededor de 200 niños y niñas del barrio”, explica uno de los volantes de la pilita que, a la entrada del edificio, descansan sobre la misma mesa en la que otro cartel invita a firmar “para que ¡abran la escuela Nº 28!”. “Desde que tomamos la escuela, todos los días estamos relevando qué pasa con los chicos del barrio, si tienen vacantes, si no. Hacemos una inscripción simbólica, y estamos pidiendo que venga el ministro de Educación, Esteban Bullrich”, explicó Damián Drescher, docente de una escuela maternal del Distrito Escolar 5º y delegado de Ademys que participa de la toma desde el comienzo. Los participantes de la toma, por otra parte, aseguraron que nadie del ministerio se comunicó con ellos, aunque pidieron audiencia.
La tarde del feriado de Carnaval cae sobre Parque Patricios mientras en el aire estallan cumbias del vecino de enfrente, un señor que de a ratos ve pasar la nada desde una reposera puesta en la vereda y de a ratos conversa con el empleado de seguridad que, desde que empezó la toma, sólo puede vigilar el edificio que fue escuela desde afuera. Puertas adentro, pasando el umbral en el que una señora lee una revista, reina la penumbra, porque la luz del único tubo disponible en el hall no alcanza. “Repusimos la energía eléctrica el jueves, al día siguiente de que llegamos, porque andaba en algunos lugares, pero no en todo el edificio”, dijo Drescher. En el lugar, explicó, sólo había un custodio de seguridad que velaba para evitar intrusiones, pero los espacios que fueron aulas, patios cubiertos y descubiertos, baños, no tenían luz, a excepción de un pequeño cuarto en planta baja que hacía las veces de garita.
Desde el miércoles pasado, cuando ingresaron al lugar, “venimos exigiendo al Gobierno de la Ciudad que nos atienda, que venga alguien, pero aunque llamamos nadie nos contacta. Sí vinieron legisladores porteños, dirigentes gremiales, integrantes de la multisectorial (Ningún niño/a sin vacante en la escuela pública) y especialistas en derechos de los chicos como José Machain”, del Consejo de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes. El edificio, además, será uno de los primeros lugares a “señalizar” como inmueble ocioso del Gobierno de la Ciudad, en serie de actividades que la Unión de Trabajadores de la Educación (UTE) proyectó esta semana para visibilizar cerca de un total de ocho mil espacios que denuncian como no utilizados aunque algunos de ellos, señalan los docentes, podrían servir para paliar la falta de vacantes y de establecimientos.
Desde que tomaron el establecimiento, enumeró Drescher, limpiaron los espacios “porque había un abandono importante”, a pesar de que todo el tiempo había un custodio de seguridad, “estaba lleno de porquerías”. Luego, quitaron las malezas que habían crecido en los techos, que en el primer piso, inundado por la lluvia, se ve por los huecos que dejan los paneles de los contratechos, que son de chapa o fibra de vidrio. Además, repusieron la electricidad, un tubo por sala, y repararon el tanque de agua, que cargaba pero perdía. “Ahora queremos preparar las paredes para pintarlas, pero si no hay una cuadrilla lo que podemos hacer es poco”, explicó Drescher. Desde el fondo llegan las voces de una asamblea que, entre mates y facturas, sostiene una decena de personas que intercambia información sobre posibles edificios ociosos y otros en los cuales podrían no comenzar las clases por encontrarse en obra, como el de la Escuela Nº 1 del distrito, República de Bolivia, cuyo patio hasta hace pocos días era un obrador.
Los vecinos aseguran que hace años, en el edificio (un patio cubierto, dos al aire libre, más de diez salas distribuidas entre planta baja y primer piso) funcionó un club barrial. Luego, un jardín de infantes del hospital Penna. Lo más cercano en el tiempo, dijo Drescher, fue “la escuela media de formación ocupacional y después la Escuela Nº 27, mientras arreglaban su edificio. Pero después, esto quedó cerrado, abandonado”. “Los rumores dicen que el 20 por ciento de la propiedad es de la Ciudad y el 80 tiene que ver con una sucesión”, agregó.