Por Eduardo López, secretario general de UTE, y Mariano Denegris, secretario de prensa. Especial para Diario Z.
06.09.2013. El gobierno de Mauricio Macri autorizó, a través de funcionarios del Ministerio de Educación de la Ciudad, a estudiantes de Harvard a ingresar en escuelas públicas para indagar sobre el ausentismo docente, acceder a las planillas y libros de firmas y realizar preguntas a docentes y directivos.
Si la investigación doctoral buscara datos sobre este particular el mismo Ministerio podría brindarle los datos, pues éstos se registran diariamente mediante las vías formales y jerárquicas del sistema educativo estatal. Pero si estos registros que las autoridades escolares remiten a las distritales y éstas a las de cada área de enseñanza no resultaran suficientes a la investigación, el Gobierno cuenta con tres instancias de auditorías que sistemáticamente confrontan estos datos.
Además, si el interés fuera exclusivamente estadístico, la cartera educativa porteña tiene una Gerencia Operativa de Investigación y Estadística cuyos equipos profesionales no fueron ni siquiera consultados. Estas áreas de producción de conocimiento pertenecientes al Ministerio son permanentemente ignoradas por la gestión de Silvia Montoya.
Esta funcionaria, que proviene de las filas académicas de la Fundación Mediterránea que en los 90 hiciera conocida el ex ministro Domingo Cavallo, tiene un proyecto de tercerización de la Evaluación Educativa. Ella es quien tramitó la autorización de la supuesta investigación y, en un hecho inusual, la viabilizó a través del director general de Gestión Estatal Max Gullmaneli. Lo que le permitió puentear el permiso de cada área de enseñanza. Precisamente Gulmanelli, cuya carrera previa a la función en la gestión PRO fue exclusivamente como asesor de instituciones educativas privadas, fue quien salió a enmendar oralmente lo que escribió en el Memo 139 aclarando que las escuelas no tenían obligación de responder a la pesquisa.
Detrás de esta parodia de investigación académica se disimulan mal dos cuestiones asociadas a una concepción común entre el macrismo y quien financia el estudio de Harvard: el Banco Mundial. Por un lado, la tercerización y privatización de instancias estatales en la producción, recolección y sistematización de información sobre el sistema educativo. De la misma forma que en el proyecto de evaluación de Silvia Montoya, el elemento central está en el carácter externo del “control”. Nosotros, pese a no comulgar con las concepciones del macrismo, reconocemos plenamente su legitimidad al frente del Ejecutivo municipal. Por eso le pedimos que se haga cargo de su responsabilidad de gestionar la educación en la ciudad y no resigne las facultades y responsabilidades que le confiere la Ley Nacional de Educación en favor de instituciones privadas, sean estas consultorías o universidades extranjeras financiadas por organismos multilaterales de crédito. Es decir, que no tercerice la educación.
Por otro lado, lo que comparte el macrismo y los tanques de pensamiento neoliberal en materia educativa es la estigmatización de los docentes como responsables de los problemas educativos.
Dentro de esa especie de zoncera noventista, está el mito del ausentismo docente y de la supuesta falta de control sobre éste. Más allá de que no hay indicadores de que los docentes tengan mayor ausentismo que otros sectores del empleo público, la mirada sobre las licencias debe contemplar que los docentes aún en casos de enfermedad son castigados con la quita de un adicional salarial equivalente al 10% del sueldo básico. Lo que puede derivar en que los docentes concurran a trabajar poniendo en riesgo su salud y la de los estudiantes. Sería deseable que un ministerio de educación abordara esta problemática desde la mejora de las condiciones de trabajo. O que, por ejemplo, garantizara la capacitación y formación continua de los docentes con más personal para que los alumnos no pierdan una sola hora de clase.
En definitiva, lo único que deja claro la presunta investigación es que quienes la realizan, patrocinan y autorizan son incapaces de reconocer los prejuicios ideológicos que empañan los lentes con que miran a las escuelas.