Eduardo López. Secretario General de UTE-Ctera Capital
29.03.2015. Desde 2007 a 2015, la participación del presupuesto educativo sobre el total del gasto público de la ciudad se redujo del 28% al 20%. Esta decisión, que constituye una política de gobierno, tiene consecuencias políticas y sociales que no pueden sorprender a nadie. Si no se invierte en construcción de escuelas, el obvio resultado será la falta de vacantes para las familias que quieren elegir para sus hijos la escuela pública. Hasta aquí, no hay lugar para asombro. Lo único sorprendente acaso es que Macri, como si esta realidad ni siquiera lo rozara, pretenda hacer campaña con su gestión educativa. Tal vez lo que cree haber descubierto el macrismo es que para hacer campaña con la educación no es necesario invertir en escuelas sino en publicidad. Será por eso que su gobierno gastó, entre 2011 y 2014, 1.158 millones de pesos en propaganda oficial, casi el doble de los 682 millones que, en el mismo período, destinó a infraestructura escolar. Sólo para que el Grupo Clarín le cuide las espaldas, destinó 251.012.166 pesos en esos años. ¿Cuántas escuelas se podrían haber construido?
Dos características se destacan en la versión de sí mismo en la que el partido que gobierna la ciudad gusta reconocerse. El PRO pretende ser lo nuevo y lo apolítico. Mejor, quiere ser lo nuevo porque no hace política. Se presenta como un equipo de gestión sin ideología ni pasado. Sin embargo, nada más viejo que la pretensión de los poderosos que ocultar su condición política. En cada decisión del Macri jefe de Gobierno se escribe una línea de la plataforma electoral del Macri candidato a presidente. Así, reducir el presupuesto educativo y, al mismo tiempo, sextuplicar el peso de la deuda externa sobre el Producto Bruto de la ciudad, son decisiones que no tienen nada de novedoso ni de “apolítico”. Es lo que se hizo en el país y en la región en los años ’90. En los últimos años, mientras en el plano nacional se revirtió la relación deuda externa/inversión educativa como porcentaje del PBI, en la ciudad empeoró significativamente.
Dejar a miles de niños y niñas sin vacantes, pretender cerrar centenares de grados y cursos, prohibir material bibliográfico con miradas alternativas de la historia nacional, querer eliminar materias de la escuela secundaria, intentar sustituir en el menú escolar la carne y reemplazarla por soja, son algunos de los capítulos de su balance, y a la vez programa, de gobierno. Por eso, no es necesario preguntarle al candidato qué piensa hacer en materia educativa. Cuando votamos, no sólo entra en juego el derecho al voto. Nuestra decisión tiene consecuencias en la ampliación o restricción de otros derechos, en este caso, la educación, para nosotros y para la comunidad de la que formamos parte.