Por Eduardo López y Mariano Denegris *
Me gustan los estudiantes
Porque son la levadura
Del pan que saldrá del horno
Con toda su sabrosura.
Violeta Parra
Si le faltaba algo a la traumática relación que el ministro Esteban Bullrich ha decidido entablar con los estudiantes porteños es este intento de reforma curricular que pretende dejarlos afuera de toda participación. Si bien hay bastante coincidencia en la necesidad de abordar la transformación de la escuela secundaria, el gobierno de Macri pretende llevar a cabo este proceso, como es su costumbre, sin las voces de sus protagonistas: familias, docentes y estudiantes.
¿Sorprenden, en este marco, sus recientes declaraciones contra la Asignación Universal por Hijo? ¿Asombra que considere “política del fracaso” a una medida que aumentó el acceso a la escuela de cientos de miles de niños, niñas y adolescentes? ¿Extraña que prometa su reemplazo por un “plan trabajar” bajo un eventual gobierno de su jefe?
Si prestamos atención a su propuesta de reemplazar una política social universal por una asistencia focalizada como las que primaban hace algo más de una década en nuestro país, lo único que asusta es su brutal sinceridad.
Con todo, lo más alarmante de esta franqueza es que el enunciador esté a cargo de la cartera educativa de uno de los principales distritos. Porque aunque se pueda disentir acerca del grado en que la AUH impacta en el crecimiento de la matrícula escolar, no caben dudas de su contribución a garantizar el derecho social a la educación. Las obligaciones educativas y sanitarias vinculadas con este beneficio lo convierten en un factor de equidad no sólo económica sino también social y cultural. Quienes trabajamos en las escuelas de la Ciudad, sobre todo en el nivel secundario, nos vemos ante el grato desafío que implica el ingreso de alumnos y alumnas que estaban por fuera del sistema educativo.
La Asignación Universal por Hijo no viene, como cree el ministro, a ponerle un parche a la desocupación, como lo hubiera hecho un subsidio al empleo en los ’90. Su origen está precisamente en el “salario familiar” y en la “asignación prenatal” que, desde mitad del siglo XX, reciben los trabajadores registrados. Se trata de una equiparación de derechos de éstos con aquellos asalariados no registrados o en situación de desempleo. Bullrich es transparente en su planteo. Muestra sin disimulo su matriz de pensamiento. Se pone en evidencia. Reclama el retorno al pasado reciente, a las verdaderas “políticas del fracaso”. Y, a la vez, es coherente en su mirada hacia niños, niñas y adolescentes. Los estigmatiza, amenaza con denunciarlos en comisarías, intenta sacarles las becas de estudio, darles soja en lugar de carne, reducirles las viandas. Perseguirlos con un 0800 que promueve la delación. Injusto sería no reconocerle coherencia. Ahora también los prefiere fuera de la escuela. El ministro no parece estar muy cerca de aquella visión esperanzada y celebratoria de los estudiantes que escribiera Violeta Parra, más bien lo contrario. Como docentes queremos pararnos en la misma vereda que Violeta. Queremos más Asignación por Hijo, más derechos, más estudiantes, familias y docentes participando en la creación de un destino colectivo.
* Secretario general y secretario de prensa de UTE-Ctera.