Como parte de la comunidad educativa queremos compartir con uds. nuestras preocupaciones frente al aumento exponencial de casos de Covid 19 en la ciudad de Buenos Aires para que podamos reflexionar en conjunto.
En primer lugar y como principal inquietud se encuentra la salud de niños, niñas, jóvenes y adolescentes que transitan los edificios escolares. Los protocolos insuficientes y el aumento de restricciones dentro de la escuela no logran mitigar el riesgo de contagio y los casos han aumentado de manera considerable en las últimas dos semanas. Esto se evidencia en la cantidad de burbujas suspendidas ya sea por enfermedad de docentes, estudiantes, auxiliares o contacto estrecho de un caso positivo.
En segundo término nos preocupa también la calidad educativa y los obstáculos pedagógicos que enfrentamos con el sistema de burbujas. Esta presencialidad no resolvió el problema de ofrecer a nuestros estudiantes la mitad de tiempo necesario para la adquisición de saberes y, además, la pérdida de continuidad de las burbujas que deben descontinuarse y la irregularidad del tiempo escolar juegan en contra.
En el mismo sentido, y como vemos los efectos beneficiosos de la resocialización en lxs estudiantes, queremos resguardar estos encuentros afectivos pero sin exponerles al contagio. Estamos convencidos que es factible articular ambas cosas pero que se requiere de inversión y políticas públicas acordes como la entrega de computadoras y conexión para la totalidad de los y las estudiantes con y sin vacante en las escuelas de la Ciudad.
Por otro lado, la politización de la pandemia en un año electoral torna peligrosas las decisiones que deben tomar quienes tienen la responsabilidad de gestionar el Estado en este contexto. Creemos necesario resaltar que todos y todas estamos sosteniendo la presencialidad con el mismo entusiasmo con el que el año pasado sostuvimos la continuidad pedagógica virtual y que no somos nosotros y nosotras quienes tomamos decisiones acerca de la modalidad escolar.
Consideramos que lo más equilibrado es ajustar las decisiones a la cotidianeidad de cada escuela y la aplicación de suspensiones preventivas cuando sea necesario para desinfectar los espacios y poder cortar la cadena de contagios.
La mejor manera de sostener la presencialidad, no es hacer oídos sordos a lo que ocurre en el contexto, no se puede con presiones y mentiras tapar el sol con las manos negando casos o impidiendo cierres. Las barreras de los protocolos se vuelven permeables y eso es lo que está ocurriendo en muchas escuelas.
La presencialidad o la virtualidad demandan de racionalidad y de una reflexión conjunta de todos y todas los que habitamos la escuela, son un recurso educativo atravesado por un derecho y no puede convertirse en una bandera política que desatienda el bien común.