Por Jorge Berguier * y Enrique Samar **
En estos días, con las tomas de varios colegios de la Ciudad de Buenos Aires, algunos periodistas atacan duramente a los muchachos y a las chicas, utilizando como ariete, para ello, un latiguillo rémora de las dictaduras: “A la escuela se va a estudiar”.
Parece una verdad obvia e inconmovible, pero, ¿es verdad?
Esta frase surge de la concepción de que el rol de la escuela es exclusivamente la transmisión de conocimientos. Se trata de una batalla cultural que debemos librar, diciendo claramente que a la escuela no se va a estudiar.
Es notable, porque esta idea de que a la escuela no se va a estudiar es patrimonio de todos los docentes.
Veamos una postal cotidiana en cualquier escuela secundaria. En un cierto curso hay, por ejemplo, prueba de Geografía en las dos últimas horas. Estudian para la prueba en los recreos, hasta que llega la hora anterior (por ejemplo, de Matemática) y le piden al profesor: “Profe, en la próxima hora tenemos prueba, ¿nos deja estudiar?”.
Independientemente de si el profesor les permite o no “estudiar” en su hora, ya que esto depende de la marcha de los contenidos, del estado del vínculo entre alumnos y docente (si hay que reforzarlo o no) y de otros factores, lo que es seguro es que los alumnos no se salvan de la perorata: “Chicos, a la escuela no se viene a estudiar. Hay que estudiar en casa”.
Y el docente tiene mucha razón. Es verdad. Repetimos: “A la escuela no se va a estudiar”. A la escuela se va a aprender. Se trata de dos cosas muy diferentes. O para decirlo mejor, a la escuela se va a aprehender. Y se aprehenden muchas cosas: se aprehenden los contenidos de las materias, se aprehende solidaridad, se aprehende ser ciudadano crítico y reflexivo. Se aprende debatiendo, por ejemplo, en trabajos prácticos en grupos, donde distintos grupos defiendan posiciones diferentes. En la escuela se aprehende… Y se estudia en casa, para fijar los conocimientos aprehendidos en la escuela.
Esta concepción amplia, que a la escuela se va a aprehender, es uno de los pilares de la nueva escuela secundaria que se impulsa desde el Ministerio de Educación nacional.
Una escuela que tome conciencia de que los aprendizajes trascienden las cuatro paredes del aula y el momento en que el profesor desarrolla los contenidos de forma cotidiana frente a los alumnos.
Una escuela que acredite, por ejemplo, algunos contenidos de la materia Formación Etica y Ciudadana a partir de la participación en el centro de estudiantes, verdadera escuela de ciudadanía. Y si el centro de estudiantes edita una revista, que los artículos de la misma sean evaluados para acreditar los contenidos que correspondan de la materia Lengua. Lo mismo ocurre con Historia Argentina. En estos días ha comenzado una movida para el cambio de nombre de una de las escuelas porteñas que hasta ahora se denomina Julio Argentino Roca. Los alumnos y alumnas que participan de esta movida están “aprehendiendo” respecto del genocidio cometido por Roca y los motivos históricos que determinaron que un genocida sea patrono de varias escuelas. Todo esto, seguramente guiados por el profesor de Historia: hay que acreditar estos aprendizajes. Y así con otras materias.
Estará bueno poner en valor esta idea diferente: a la escuela se va a aprehender.
* Profesor de Matemática E.E.M. Nº 5 D.E. 19. Delegado sindical UTE-Ctera.
** Director Escuela Nº 23 D.E. 11 – 1997/2012.